Llegado este momento, en el cual todas las referencias por parte de nuestro gobierno, indican que la crisis ya ha terminado. Que la recuperación económica es un hecho. Me siento en la obligación y la necesidad de expresar mi malestar por el estatus y el manto de insensatez que nos rodea en estos momentos.
El low cost, o la necesidad de reducir costes, nos ha llevado a superar todos los límites de la dignidad y responsabilidad. Superando la línea que divide lo legal de lo ilegal y la línea que pone en riesgo la seguridad de las personas.
Días atrás nos enteramos del fraude de la empresa Volkswagen. Quienes trucaron el software de los motores, con el único interés de reducir costes. Ese es el mayor ejemplo del momento que estamos viviendo.
Esta semana nos hemos enterado que la obligación prescindible o imprescindible del maldito low cost ha alcanzado las inversiones en seguridad de las empresas. El problema, ya no es cuestión de hacer menos inversiones (que consideramos totalmente lícito). Sino del hecho de cómo se hacen. De cómo se eliminan gastos de forma anárquica, sin sentido ni conocimiento y con el único argumento de la eliminación de lo no imprescindible.
La ingeniería ha sido de siempre la base y la cuna del mundo industrial. El estudio, el análisis y el desarrollo previo, sirven para ejecutar unos proyectos coherentes y equilibrados en costes y durabilidad.
Por más que lo pienso y razono, no acabo de entender cómo las gestiones en seguridad y en la protección de las personas puede plantearse de esta manera.
Es sabido que la obligación vital de continuar prestando servicios en la industria, ha llevado a las pymes a reducir de una forma brutal los costes. A asumir unos servicios para los cuales no están preparados. Las inversiones se calculan con un retorno de menos de un año. No se permiten inversiones que no retornen en el mismo ejercicio. Y se obliga a unos a ejecutar trabajos de otros, para los cuales no están preparados.
Se están ofertando trabajos sin el desarrollo de ingeniería necesario. No se permiten ni costean unas tareas básicas de diseño. Nos hemos olvidado de que la ingeniería nos permite garantizar que los proyectos se ejecuten con unas mínimas garantías de éxito.
Desde el inicio de la crisis las inversiones en ingeniería se han reducido más del 20% en los proyectos. Pero también es sabido que estos recortes provocan que las obras se encarezcan hasta un 50% posteriormente. Más que nada, por la falta de definición técnica, diseño y por no prever los futuros mantenimientos.
Lo barato sale caro. La ingeniería de proyectos no debe valorarse por precio, ni caer en una subasta en busca de la mejor oferta. La elección debe considerar criterios de calidad. Como la experiencia, la profesionalidad del equipo, la disponibilidad para cumplir los plazos exigidos, el conocimiento de la materia y la especialización del servicio. Además, se deben solicitar también las responsabilidades civiles necesarias. El criterio de selección debe ser la calidad y la duración de la inversión. La calidad del servicio debe tener mayor peso que el precio, que sólo deberá tenerse en cuenta cuando se garantice el nivel suficiente de excelencia en la obra. Con lo cual se evitarían sobre costes y retrasos en los plazos de entrega.
Un factor que juega a favor de las ingenierías, es que desde la Unión Europea se ha promovido una directiva europea que deberá estar traspuesta al marco legal español antes de 2016. Allí se exige la valoración de la calidad en la ingeniería y no la mera atención al precio.
Pero en España resulta que vamos en sentido contrario. Las empresas anulan la capacidad de hacer ingeniería y la capacidad de estudiar los proyectos. Pero, al igual que la administración pública, sólo se ve la inversión para la legislación en curso. Sin prestar atención al futuro de las inversiones. No aprecian los costes de mantenimientos futuros, los sobrecostes de atrasos y errores de diseño. Esto mismo sucede en los grandes grupos empresariales, pues las inversiones sólo se valoran en retornos de un año y el resto no tienen cabida.
Es por ello que hago un llamamiento para que la sensatez vuelva al mundo industrial. En particular, al campo de la seguridad industrial. Donde debe volver la coherencia y la idea de que las cosas no se miren por su valor económico solamente.
Para poder avanzar la sociedad y las empresas, necesitamos desarrollar, investigar y mejorar. El ser humano necesita del avance continuo. No podemos quedarnos parados. Es por ello que debemos retroceder, dar un paso atrás y volver a valorar las cosas que sí son necesarias.
Pedro García-Trejo
Director Gerente de GTG Ingenieros
Ingeniero Técnico Industrial
Técnico superior en riesgos laborales.