Cerramos otro año más, pero este no ha sido un año como los demás. En este 2017 que estamos a punto de cerrar, hemos dado el pistoletazo definitivo a la nueva industria 4.0. Los dioses han decidido que ya es el momento de cambiar a una nueva era industrial. Este cambio se va a hacer en caliente, no sé si en circunstancias parecidas a anteriores revoluciones industriales, pero sí es seguro que lo hacemos sin tiempo para pensar.
Este mes de noviembre tuve el honor de realizar una exposición en el Primer Congreso sobre Seguridad Industrial 4.0 realizado en Vigo. En dicho foro, me pidieron que hablara de la nueva Seguridad Industrial 4.0, comencé la exposición con tres preguntas:
¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
¿En qué condiciones hemos llegado?
¿En qué punto estamos ahora?
El motivo que me llevó a hacerme estas preguntas es la situación entrópica que estamos viviendo. Generada por las prisas que la administración tiene para que esto de la Industria 4.0 avance lo más rápidamente posible. Por otro lado, por las necesidades de las empresas consumidoras en valorar dónde y como realizar esta inversión en industria 4.0. Por último, por nosotros, las pymes integradoras de estas soluciones y tecnologías. Las cuales nos vemos avasalladas por estas prisas, por estas urgencias. Por unas tecnologías nuevas que debemos aplicar de manera casi inmediata.
Sabemos por diferentes estudios tanto internacionales como nacionales que la inmersión en la industria 4.0 está en sus albores y dando firmemente los primeros pasos. Parece que llevemos años dentro de esta Industria 4.0 y que debamos saberlo todo. La verdad es que fue “ayer” cuando la sociedad todavía estaba arrancando la tercera revolución industrial; sí la revolución de la automatización, de la calidad total, la electrónica y robótica. Una tercera revolución industrial en la cual se aprobaron infinidad de normativas, leyes y decretos en términos de seguridad industrial. Pero que desgraciadamente no han sabido o no hemos sabido como sociedad aplicar correctamente. En nuestro país en ninguna de las tres últimas épocas de expansión económica, me refiero a la del 85, 95 y la actual, lo hemos sabido solucionar. Si vemos las curvas de siniestralidad laboral, podemos ver que cada ciclo expansivo lleva a la par su ciclo de aumento de siniestralidad laboral.
Nuestra sociedad sigue considerando el accidente laboral como un hecho natural. Una condición propia al hecho de trabajar, y mientras esto no cambie no conseguiremos nada de nada.
Desde 2015 está empezando a suceder de nuevo. La curva de siniestralidad laboral ha cambiado después de superar la gran crisis económica e iniciar un nuevo ciclo expansivo. Volvemos a la escalada de siniestralidad. Sin ser pájaro de mal agüero, pues soy un optimista por naturaleza, deseo que no lleguemos a los niveles de épocas anteriores. Pero es significativo que estemos cometiendo los mismos errores de antes.
Este mismo mes de noviembre, tuve el placer de asistir a otra celebración en nuestra ciudad. El 70 aniversario de la Zona Franca de Vigo. Evidentemente se habló de pasado y presente de la industria y sobre todo de futuro. De este futuro 4.0 que ya está aquí. Durante las 5 horas que duró el acto llegué a contar el término “Industria 4.0” más 40 veces. Lo que me da miedo y lo que me puso nervioso, es que el contexto de su utilización fue la búsqueda del dorado, la productividad, la reducción de costes, la conservación como sea de la industria frente a países más baratos, competitividad, fabricación más barata. Nadie de los presentes utilizó el término Industria 4.0 o Seguridad Industrial 4.0, para constatar que debemos reducir la siniestralidad laboral. Una sociedad 4.0 no puede aceptar esta barbaridad de cifras de accidentes laborales. No sirve la frase hecha “la seguridad se da por supuesto”, no seamos cínicos por favor.
Se habla, se habla y se habla, pero debemos empezar a hacer cosas. Es prioritario reformar la normativa legal, no podemos tratar esta industria y sus riesgos laborales con leyes de 20 años de antigüedad. El sistema preventivo y sus normativas no han funcionado, no han calado en la sociedad. Podemos empezar a repartir culpas: que si la administración, que si las empresas, que si la crisis. Pero la realidad es que hasta ahora la seguridad laboral es quien ha pagado los platos rotos.
Cuando estamos en etapa expansiva a nivel económico, la excusa es que las máquinas están al 120% de producción y lo primero que se deja de hacer son tareas “prescindibles”: mantenimiento, adecuaciones de seguridad… Estando en recesión, la excusa es que no hay dinero.
Hemos dejado varias asignaturas pendientes de la seguridad 3.0. Nos hemos metido de lleno en nuevas situaciones laborales y no sabemos todavía cómo resolver las más sencillas.
Queremos empezar a eliminar barreras de seguridad apelando a las seguridades intrínsecas de máquinas y robots. Queremos hacer conducción autónoma sin conductor, pero todavía no sabemos proteger máquinas convencionales, de las que categorizaríamos en la 3ª revolución industrial.
En definitiva, la Seguridad Industrial 4.0 ya está aquí, no es una opción y va a requerir un esfuerzo ímprobo para enfrentarnos a situaciones laborales nuevas que deberemos resolver.